Este orden de Mamíferos, llamado también de los felinos, nos sugiere enseguida la imagen de los más importantes y feroces animales carnívoros de la superficie terrestre: el tigre y el león. Pero también una de las especies más familiares y apegadas al hombre: el gato y el tigre son evidentes; lo son menos las que existen entre el león y ellos.
Sin embargo todos los félidos tienen caracteres que los diferencian con toda precisión: en primer lugar, las garras retráctiles, es decir, que pueden “entrarse” en los cojinetes blandos que las protegen, para que no se desgasten (en cambio, el otro orden de fieras, los CÁNIDOS, que incluye al lobo y al perro, tienen garras no retráctiles, y por eso desgastadas); colmillos largos y puntiagudos, para morder y desgarrar, incisivos pequeños, para roer, molares anchos y de borde cortante, para masticar.
Con ello, y con su vista, oído y olfato agudísimo, son los animales más perfectamente adaptados al régimen carnívoro y la caza.
Al contrario de la mayoría de los cánidos, son generalmente animales solitarios (es decir, no viven habitualmente ni en parejas ni en manadas) y nocturnos.
Las ilustraciones nos muestran los principales géneros de félidos.
Examinemos aquí, mejor, al gato y su historia. Existen en todos los continentes gatos salvajes; así, el gato salvaje europeo (bastante afín al gato montés sudamericano) es más grande y robusto que el gato doméstico; tiene pelo atigrado, ojos y cabeza más anchos, la cola más larga; es arborícola, pero vive también en madrigueras que quita a zorros o tejones.
Se alimenta de presas pequeñas y, si el hombre lo ataca o acorrala, puede ser peligroso. La opinión más frecuente era que este animal había dado, a través de los siglos, el gato doméstico.
Sin embargo, lo más probable es que este último, aunque quizás en parte con cruza del gato salvaje europeo, tenga su remoto origen en los gatos salvajes de Libia (África del Norte).
El gato líbico es el verdadero “gato con botas” o “con guantes”, pues su pelo leonado grisáceo, algo atigrado, se hace blanquecino en la parte inferior de las patas, como si el animal estuviera calzado. Pues bien; por las figuras encontradas en Egipto desde la dinastía XII (hacia el año 1800 a. C.), se sabe que los egipcios tenían ya domesticado un gato presumible mente de origen líbico; animal sagrado para ellos, consagrado a la diosa Bastit, de Bubastis, parece haber llegado por esa vía a Grecia (ya figura en el historiador griego Heródoto, siglo V a. C.).
Empero la costumbre de tener gatos en casa parece haberse ido perdiendo después de la caída del Imperio romano. En cambio, para perseguir a las alimañas domésticas, se utilizaron otros carnívoros pequeños, del tipo del zorro. Los árabes, entretanto, habían adoptado al gato; y en la época de las Cruzadas este animal reapareció en las casas europeas, seguramente para combatir las ratas, importadas también accidentalmente de Asia durante esas expediciones guerreras.
De modo que en Occidente la presencia del gato doméstico es relativamente reciente. El hermoso gato de Angora sólo se introdujo en Europa por el siglo XVI; es una variedad de los gatos persas de largo pelo, quizá descendientes del gato salvaje de la estepa asiática.
Los gatos siameses, de pelo color café con leche, ojos celestes y un maullido especial, proceden efectivamente de Siam, y se sospecha que desciendan de un tipo de gato de Borneo.
Por último, señalaremos que existen gatos sin cola, en China, Crimea, en la isla irlandesa de Man; este último se caracteriza por tener las patas posteriores algo más largas.
Los géneros de fieras de este orden están amenazados de extinción, por la manera irracional y tenaz con que se le ha dado caza desde hace siglos –no tanto quizá por su peligrosidad, como por amor al deporte.
El tigre es el que mejor se conserva, en su dominio asiático, que comprende la zona situada entre la zona meridional de Siberia al norte y las islas de Java y Sumatra al sur, los montes Cáucasos al oeste y el océano Pacífico al este. En cambio el león, tanto el asiático como el africano, corre muy serio peligro.
El león asiático habitaba durante la Edad Media en Siria, Mesopotamia, Persia y casi toda la India; actualmente sólo quedan unos pocos centenares en Persia, en la zona entre India y Afganistán, y en las yunglas del sur de la India (en este último país se calcula que subsisten apenas unos 200 individuos).
El león africano no corrió mejor suerte: el del norte está extinguido en Marruecos y escasea ya en Argelia; el del sur estaba por extinguirse, cuando, principalmente los belgas, crearon hermosos parques nacionales, donde la caza está prohibida absolutamente y los animales autóctonos, inclusive las fieras, pasean en absoluta libertad.
Hay hermosas carreteras para vehículos, y especies de hosterías, de trecho en trecho, protegidas por alambradas, para proveerse y reposar los viajeros y turistas; pero, evidentemente, no deja de ser peligroso andar a pie por semejante “jardín zoológico”. Bien es cierto que los félidos no atacan normalmente al hombre, mientras no sean agredidos por éste; al contrario, lo rehuyen. Las excepciones se dan sobre todo en animales viejos, especialmente tigres, que han tenido ocasión de probar el gusto de la sangre humana (los “tigres cebados”).